‘mūi chu’ni es el nombre en Ñöñho de Vida Gallina, pero también ha significado el proyecto de vida de una comunidad Otomí, el resultado de mucho aprendizaje técnico, un escalón más para la materialización de alternativas socio productivas sustentables. ‘mūi chu’ni es delicioso pollo orgánico, chorizo, nuggets, brochetas que nos alimentan aportando bienestar a nuestra salud, al medio ambiente y a las personas que los producen.
‘mūi chu’ni es uno de los proyectos socioeconómicos que se han gestado en el Instituto Intercultural Ñöñho, y que además hace parte de la Unión de Cooperativas Ñöñho de San Ildefonso Tultepec de Querétaro.
Esta iniciativa surge en 2015, bajo la figura de una cooperativa formada en su mayoría por mujeres, para la producción de pollo orgánico, como un paso más en la búsqueda de alternativas de desarrollo económico sustentable para esta comunidad Otomí.
Tras mucho trabajo de organización social, educación comunitaria y diseño de proyectos productivos, esta comunidad junto con acompañamiento técnico de profesionales de la gestión de proyectos y la academia, ha logrado ganarse el exigente corazón de personas que buscan productos orgánicos de proteína animal de alta calidad en la Ciudad de México, Querétaro, Metepec, San Miguel de Allende y Guadalajara.
La producción de pollo orgánico
Además de cumplir con los criterios de sustentabilidad que desde ConSuma Conciencia nos garantizan que sus productos son saludables, ecológicos y de comercio justo, ‘mūi chu’ni también ha sido auditado con procesos de Certificación Orgánica Participativa de diversas organizaciones como: el Foro Tianguis Alternativo, el tianguis orgánico Bosque de Agua, el Tianguis Orgánico de San Miguel y el Mercado el 100, con reconocimiento oficial de SAGARPA-SENASICA, que avala el cumplimiento de criterios de producción con técnicas o insumos de origen agroecológico, conocimiento del origen de cada materia prima y trazabilidad de cada ingrediente utilizado.
Sus pollos son criados de manera natural, tienen un acompañamiento casi personalizado, no están sobreexplotados y son alimentados con mezclas de granos y germinados que incluyen maíz criollo de cultivos locales.
Estos cuidados no solo dan como resultado una carne deliciosa y saludable, sino que también permite la conservación de los suelos y del entorno natural donde viven.
La alimentación de las parvadas ha garantizado el fortalecimiento de alianzas con otros proyectos productivos locales, así como procesos de investigación en curso para explorar mejores fuentes de alimentos, como los insectos, siendo la forma más natural de comida para estas aves.

Más que proteína animal
Trinidad y Alberto, voceros de la cooperativa, están convencidos que ‘mūi chu’ni ofrece mucho más que alimentos.
Para ellos, la granja es más que un trabajo, es un proyecto de vida que les ha dado la dicha de brindar empleos a su comunidad, de formar a nuevas generaciones y de incursionar exitosamente en un mercado con personas que valoran saber quién está detrás de lo que consumen, a quién apoyan cuando compran, cómo aportan a la conservación ambiental, que buscan productos de calidad que no afecten su salud.
- La carne de pollo orgánico está libre de antibióticos y hormonas de crecimiento que afectan nuestra salud.
- El pollo orgánico ofrece mejores propiedades nutricionales que el comercial.
- Comparado con el convencional, el pollo orgánico tiene menos grasa, más sabor y proteínas de mejor calidad.
- No se le adicionan colorantes ni están expuestos a químicos tóxicos.
Combatiendo una historia de extractivismo y degradación
La zona de San Ildefonso ha vivido un deterioro ambiental muy grave. Originalmente era un ecosistema boscoso y la primera gran depredación que sufrió fue a partir de la tala de madera en el siglo XIX, para su importación a la industria de la construcción europea y de las urbes mexicanas. Esto modificó completamente el territorio, dejando solo algunos cerros verdes.
En la actualidad, continúa la tala clandestina para la producción de leña y carbón, a lo que se le suma una feroz exfoliación ambiental para la extracción de Sillar, un material rocoso no renovable, que genera ambiciosos intereses en la industria de la construcción por sus propiedades térmicas y aislantes.
La explotación del Sillar en grandes volúmenes ha dejado paisajes lunares de minas a cielo abierto en la zona, destruyendo la capa vegetal en grandes extensiones de suelo.
Además del daño ambiental, la extracción minera también ha implicado explotación de la fuerza de trabajo, por la voraz competencia de mercado que determina precios muy por debajo de los costos de recuperación ambiental y de la capitalización de los mineros locales, quienes deben malbaratar su mano de obra y prácticamente regalar el material.
Además de la tala y la minería no restaurativas, esta comunidad enfrenta importantes problemas de sequía. Aunque es parte del municipio con más precipitaciones de Querétaro, el sistema de captación de lluvia -que converge en la Presa del Tepozán (Aculco)- prioriza la distribución del agua a los distritos de riego de tierras bajas, cercanos a San Juan del Río. Así la gente no se beneficia del agua que cae en la zona. También han sabido de prácticas de “bombardeos de nubes” para alterar los ciclos de lluvia, lo cual afecta a los procesos de producción de alimentos para autoconsumo y otros proyectos productivos.*

Alternativas sustentables reales
El abandono de prácticas agrícolas tradicionales, por el despoblamiento del campo que durante décadas ha causado la migración internacional y la expulsión de la población a los centros urbanos, así como por la monopolización de las tierras productivas con uso de transgénicos y agroquímicos, son otros de los elementos que han deteriorado la calidad de vida de estas comunidades originarias, que cultivaban sus propios alimentos y actualmente se abastecen con productos foráneos.
Es en este contexto que surge la necesidad de buscar alternativas socioproductivas orientadas a reparar daños ambientales y sociales en San Ildefonso. Propuestas con una visión transformadora que superen la explotación de las personas y el territorio, y que recuperen los conocimientos y las cosmovisiones originarias.
Para que la gente permanezca y genere un cambio en su comunidad es necesario garantizar un trabajo digno que permita el sustento de las familias… una formación que los identifique y que valore su identidad cultural indígena Otomí, en lugar de negarla. Por eso estamos sembrando en nuevas generaciones, para construir un nuevo San Idelfonso en las siguientes décadas. Asegura Alberto.
Desde la cooperativa ‘mūi chu’ni, el Instituto Intercultural Ñöñho y la Unión de Cooperativas Ñöñho de San Ildefonso se han impulsado diversos proyectos de economía social: cultivo de hongos, proyectos de artesanía y alfarería, bordados, cooperativas de ahorro, una feria anual de maíces criollos, entre otros.
Desde 2010 el instituto ofrece una licenciatura en emprendimientos solidarios con cuatro líneas de trabajo: negocios sustentables, agroecología, comunicación y traducción para la interpretación, que incluye componentes enfocados en la administración para la gestión de empresas sociales y para la promoción cultural.
Todas estas iniciativas enmarcan un trabajo comunitario en el que ‘mūi chu’ni es considerado por sus integrantes como un peldaño más en su aprendizaje comunitario para la construcción de nuevas propuestas.
La producción de proteína animal es un tema transitorio, no nos vemos para siempre acá, porque estamos convencidos de caminar hacia proyectos productivos que impulsen una dieta más vegetariana… Pero hoy nos ha permitido formalizar un emprendimiento sustentable, que genera sustento económico para la comunidad, sin daños medioambientales. Comenta Alberto.

Desafíos de un modelo integral
Actualmente el ‘mūi chu’ni es un proyecto de escala intermedia, situado entre la producción doméstica de traspatio y las grandes producciones, una dimensión que lo coloca en un sector incipiente de la economía y que implica mucho aprendizaje, esfuerzos y recursos.
La cooperativa, por sí misma, se encarga de la producción, distribución y comercialización de sus productos en la Ciudad de México, Metepec, Querétaro, San Miguel de Allende y Guadalajara.
Con la producción avícola orgánica han experimentado ventajas frente a otros modelos de negocio, porque los pollos requieren menos agua y otros insumos para su crianza que otros proyectos agropecuarios, por ejemplo. Pero también han enfrentado retos, debido a que son muy vulnerables a variables ambientales propias del libre pastoreo, como la lluvia, la temperatura, la humedad y las corrientes de aire.
Por estos riesgos, las grandes producciones de pollo comercial abusan de antibióticos, insumos químicos y estimulantes sintéticos para garantizar negocios más lucrativos y rentables.
Otro gran desafío que enfrentan es el de la optimización de procesos, para ofrecer un producto más accesible en términos económicos para las personas que los consumen.
La reflexión en este sentido gira en torno a que todavía deben acudir al mercado convencional para la compra de insumos, por commodities con grandes fluctuaciones de precio y adquisiciones que no abarcan grandes volúmenes, lo cual les impide manejar mejores negociaciones.
En términos de trabajo humano, están conscientes de que en un proyecto de explotación industrial una sola persona puede atender naves que albergan hasta 30 mil pollos, mientras que en su caso la necesidad de cuidados especiales y las dimensiones de las parvadas implica que esa persona esté encargada solo de 1000 aves.
Por otro lado, los riesgos asociados a la avicultura en materia de pérdidas de producto, hacen mucho más costosa la operación para un proyecto de dimensiones intermedias como ‘mūi chu’ni.
Estos desafíos, que comparten muchos proyectos sustentables y artesanales, refuerzan la percepción de que este tipo de productos es más caro; sobre todo cuando se dejan de lado los cuestionamientos orientados a analizar cuáles son las circunstancias que hacen que los productos convencionales sean más baratos. Circunstancias y prácticas que perpetúan daños en nuestra salud, destrucción de los ecosistemas y degradación en las comunidades productoras.